¿Os acordáis del caso Stano en Manduria? Y sin embargo no ha pasado tanto tiempo desde que la banda joven apaleó a Antonio Stano, muerto en abril. Se ha descubierto después que el jubilado no era la única víctima del grupo y que el conocimiento de los abusos, más o menos claro, se extendía más allá del puñado de chicos que la ejercía.
En estos meses he leído varios artículos con novedades sobre este hecho: me han sorprendido algunas expresiones utilizadas como “verificación del silencio”, “cultura confirmada”, “criminalidad”. Sucesos como este no pueden ser minimizados, sino que se debe decir que constituyen la exteriorización más explosiva, luego (aparentemente) imprevista y destructiva, proveniente de un sustrato cultural podrido durante mucho tiempo y, aun así, no extirpado, aún en el caso de no ser fomentado directamente.
Stano el loco, Stano el rarito, Stano el solitario – Stano fue un hombre que sufrió una violencia mucho antes de que nadie se llevara las manos a la cabeza por ello; una violencia que se funde con el silencio y con la aceptación de un estado de las cosas que en algunos casos no se tiene el valor de cambiar y, en otros, se adhiere a él, cubriéndolo. Antonio Stano es uno de los ejemplos del destino que sufren los olvidados de este país: ellos son la encarnación de una crisis a superar – pero una crisis que incluye el contraste entre el deseo de grandeza aliñado con arrogancia y el sentido de inconveniencia, de fragilidad, de deficiencia. Es la problemática que no se quiere ver para no esforzarse en la búsqueda de soluciones, para poder estar bien y, sobre todo, para poder sentirse fuerte afirmando un orden social que no prevé ese tipo de debilidad que sobrepasa los parámetros de “lo normal”. Los marginados en este país son el chivo expiatorio. En este sentido, el pensionista de Manduria es un pharmakos.

En La farmacia de Platón, Derrida habla del pharmakos como de un individuo excluido de la sociedad y definido por una doble naturaleza dialéctica, la de “remedio” y la de “veneno”: su particularidad desvela el lado indigente de la sociedad, sacando a relucir las lagunas y anomalías de ésta y, por ello mismo, él es un individuo que debe morir. Así, Stano el marginado es un hombre que se convierte en hombre, es decir un individuo al cual se le reconoce la propia humanidad sólo en el momento de la desaparición definitiva. Él muere de verdad, pero, en sentido general, el “deber morir” identifica la necesidad de no perturbar el orden social. En Italia esto sucede con todos los que entran en categorías sociales incómodas – podría citar homosexuales, paralíticos, inmigrantes, etc. Pero en el fondo ¿qué valor tendría hacer este elenco? No obstante, siempre haciendo referencia a Derrida, lo que no se dice abiertamente es que la vida del pharmacos en sí se favorece de la propia comunidad social que necesita afrontarlo para poder silenciarlo, para poder mantener así la fuerza y la firmeza – últimos objetivos, más o menos conscientes, de una sociedad presa de una neurosis colectiva que la lleva a percibirse a sí misma bajo una amenaza. La amenaza principal: la diversidad.
Esto es, entonces, que si queremos hablar de “cultura confirmada” debemos hacerlo a 360º y preguntarnos de qué estamos hablando. En este caso podríamos con razón decir “cultura del pharmakos”, pero en su acepción escuálida y enrevesada que no tiene nada que ver con la sacralidad antigua.
Estamos en medio de una crisis sacrificial (La violence et le sacré, Girard) en la cual se trata de distinguir los tipos de violencia y se deja que la violencia impura, contagiosa y recíproca se difunda. Es decir, en medio de una crisis de diferencias que concierne el orden cultural en general, machismo e intolerancia se convierten en la expresión de un tipo de poder que quiere ser ensalzado. Y cuanto más se difunde este poder, más se alimenta el ego y el aparente prestigio de quien exhibe esta fuerza. Un prestigio que nunca llega a ser atribuido al que ejerce la violencia, esto es porque su condena (si no es por simple moralidad) se mueve más rápido que él mismo especialmente cuando viene de una autoridad que es socialmente (y políticamente) superior. ¿Está clara la paradoja? ¿El juego pícaro y retorcido entre incentivar y abatir el problema?



La Baby Gang de Manduria ha perpetrado un acto criminal, deplorable y condenado, a pesar de ello surgido en un tejido socio-cultural que aún estigmatiza las diferencias y las debilidades, sin integrarlas ni resolverlas, sino alimentándolas.
En este punto, si el pharmakos era el instrumento “remedio-veneno” útil a la comunidad para consolidarse, hoy me entra la duda de que esto sea necesario no para la comunidad – de la cual se ha perdido el sentido – sino para que el individuo se consolide a sí mismo. Esto sin embargo significa no salir del propio perímetro. Por lo tanto, puede que para poder elaborar una respuesta diferente, nueva y eficaz al individualismo violento, la pregunta que se deba proponer sea “¿qué es la comunidad hoy?”
- Derrida J., La Pharmacie de Platon, dans « La dissémination », Paris, Collection ‘Tel Quel’ Aux Editions du Seuil, 1972
- Girard R., La violence et le sacré, Paris, Pluriel, 2010
- https://www.lagazzettadelmezzogiorno.it/news/taranto/1154039/manduria-dopo-caso-stano-altro-disabile-picchiato-dal-branco-2-ordinanze.html
- https://www.ilsussidiario.net/news/cronaca/manduria-caso-stano-oggi-minori-davanti-a-riesame-marziale-bulli-no-criminali/1884799/
- http://www.today.it/cronaca/antonio-stano-manduria-nuovi-arresti.html
- http://www.trnews.it/2019/06/28/caso-stano-lautopsia-vessazioni-subite-concausa-di-morte/257124
- https://www.tarantobuonasera.it/news/cronaca/70669/caso-stano-alcuni-si-pentono-altri-negano/
- https://notizie.virgilio.it/baby-gang-manduria-9-arresti-569474